En esta ocasión no voy a ser yo la que opine o dé una información. Creo que con este artículo queda todo dicho.
Miércoles, 01 de Diciembre de 2010 00:00
“El futuro se lee en las calles, las factorías y los cuarteles con más claridad que en la prensa”
La sombra del viento, Carlos Ruiz Zafón.
Cuando Felipe Calderón decide declararle la guerra al narcotráfico, lo hace para intentar recuperar la legitimidad perdida en la elección de 2006 y alejarse, lo más rápido posible, de ser percibido como un presidente débil. Así, hizo del combate a la inseguridad su prioridad de gobierno.
A cuatro años de haber tomado posesión como Presidente de la República y de haber emprendido esa guerra, el saldo para el presidente Calderón es claramente negativo.
Y no es que haya sido una equivocación haber enfocado sus acciones de gobierno a ese combate, sino la forma en que decidió hacerlo. Es decir, a un error grave en el diagnóstico -respecto de la fuerza y alcance del crimen organizado- le siguió un error en la formulación de la estrategia y en las acciones desplegadas para tratar de ganar una guerra que estaba, desde el momento mismo de su concepción, perdida.
La primera equivocación del presidente fue creer ilusamente que aniquilando a las cabezas de los cárteles iba a acabar con el narcotráfico. Baste con revisar algunas de las declaraciones que hizo a Julio Scherer el Mayo Zambada (Proceso, abril de 2010), el segundo a bordo del Cártel de Sinaloa, para darnos cuenta de la errónea estrategia de Calderón: “El gobierno llegó tarde a esta lucha y no hay quien pueda resolver en días problemas generados por años”.
Y, la más escalofriante de todas: “El narco está en la sociedad, arraigado como la corrupción”.
La segunda equivocación de Calderón consistió en haber involucrado en esa guerra al Ejército Mexicano. Si bien esta decisión respondió a la evidente superioridad -armada y logística- del crimen organizado frente a las policías federal, estatales y municipales, también fue porque el Ejército es hoy por hoy una de las instituciones que, pese a esta lucha, mantiene los más altos niveles de credibilidad y prestigio.
Lo que al presidente Calderón le urgía al iniciar su gobierno era precisamente dotarse de un manto de legitimidad y fortaleza, características que buscó equivocadamente mamar de los militares.
No fue casual que en uno de los primeros actos públicos que tuvo con el Ejército, el presidente decidiera colocarse la gorra de águila con cinco estrellas y una casaca verde olivo, tratando de simbolizar, forzadamente, lo que la Constitución le dicta: ser el jefe supremo de las Fuerzas Armadas.
Y de aquí se desprende un tercer error: tratar de ganarle la guerra al narcotráfico a través del manejo de símbolos y de tácticas mediáticas; terreno en el cual, hoy, el presidente tiene también la batalla perdida. Aquí algunos datos que así lo reflejan: 49 por ciento de los ciudadanos piensan que los operativos contra el narcotráfico han sido un fracaso.
En contraste, en el lapso de cinco meses cayó de 48 a 23 el porcentaje de ciudadanos que opinan que el gobierno va ganando la lucha a la delincuencia. Más dramático aún: subió de 71 a 83 por ciento quienes piensan que la inseguridad está peor hoy que la que se vivía hace un año (Mitofsky, noviembre de 2010).
Más allá de la percepción ciudadana, en la que Calderón sale claramente reprobado, están los datos duros: son 28 mil los muertos, reconocidos por el propio gobierno, los que van en este sexenio producto del combate a la delincuencia. Esto sin incluir la cifra negra (no considerada en la medición oficial). Según los expertos, en los últimos 10 meses ha habido más asesinatos que en los seis años de Fox.
Si estos números los contrastamos con el principal objetivo trazado por Calderón en su lucha contra el narcotráfico -recuperar los espacios públicos que habían sido secuestrados violentamente por los carteles de la droga- obtenemos un balance dramático para el presidente: lejos de recuperar esos espacios se tiene una sociedad cada vez más temerosa del crimen organizado y desconfiada de las autoridades encargadas de combatirlo.
Me solidarizo con el ICESI
Por si fuera poco, y en lo que parece otro intento desesperado del gobierno por disimular su fracaso en el combate a la delincuencia, se toma la desafortunada decisión de arrebatar al Instituto Ciudadano de Estudios Sobre la Inseguridad, ICESI, la función que ha venido desempeñando desde hace años como la organización ciudadana por excelencia encargada de medir, de manera objetiva, la percepción que existe en la sociedad sobre este tema, para dársela al INEGI y controlar más la información. ¿A qué le teme el gobierno federal? ¿A que una organización como el ICESI continúe develando la cruda realidad que vivimos lo mexicanos agobiados por la inseguridad? ¿Le teme acaso a que siga siendo la gente la que hable y evidencie la ausencia de eficacia y de visión de Estado con la que el gobierno mismo emprendió esta guerra que los ciudadanos nunca le pedimos?
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